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Como os decía, no hice la rehabilitación, dejé el tiempo pasar, dejé de correr. De vez en cuando hacía algo de estática, elíptica o spinning y, para mi sorpresa, no notaba ningún dolor.
Así que me puse a buscar una bicicleta para salir a pedalear. Encontré y desempolvé una en el sótano, seguramente tenía más años que yo pero la puse a punto y era perfectamente válida.
Y así pasaron los meses, montando entre semana cuando podía y los findes, con los amigos, recorridos más largos. La cuestión era moverse. Y le cogimos el gusto. Pero aun así yo seguía acordándome de mi pierna, sabía que algún día tenía, debía, volver a correr. Y así fue.
Puede que la bicicleta o la elíptica hiciesen un efecto “rehabilitador”, no lo se, pero la cuestión es que un día, allá por Junio de este mismo año, hace apenas unos meses, me subí encima de la cinta que tengo en casa y empecé a correr, suave, probándome, no quería forzar. Teniendo siempre en mente aquel miedo que os contaba en anteriores entradas, miedo al dolor. Y no apareció. El primer día solo corrí 15 minutos, el siguiente 20 y así sucesivamente.
Parecía que había remitido “milagrosamente”. Mi familia estaba tan sorprendida como yo.
Hasta que llegó el día que salté a la calle. No podía ser más feliz. De verdad. En Julio hice más de 80 kilómetros y ni una sola molestia. Fue entonces cuando me dijeron que el 15 de Septiembre había una carrera de 10KM en La Aparecida y ese se convirtió en mi primer objetivo tras volver a correr.
Un saludo!